lunes, 7 de mayo de 2018

MONS. TOMÁS DE AQUINO HABLA SOBRE LA CRISIS DE LA IGLESIA Y SOBRE LA CRISIS DE LA FSSPX




Fuente

Extractos del sermón pronunciado por Mons. Tomás de Aquino OSB el 14-I-18. 

Se conservó, en la medida de lo posible, la simplicidad del estilo oral.


PAX

Un hecho ocurrido en nuestra parroquia servirá para profundizar el conocimiento en la contemplación de este misterio, si Dios nos hace esta gran gracia. Toda crisis, toda herejía, todo error es ocasión, para la Santa Iglesia, de profundizar el dogma, y ​​profundizando el dogma, profundizar el conocimiento y el amor de Dios, o sea, profundizarse en la fe y en la caridad, así como en la esperanza de los bienes que Dios nos prometió.

Pero, ¿cuál fue el hecho ocurrido en nuestra parroquia que nos lleva a hablar de la Iglesia? El hecho fueron las misas que mi sobrino, el P. Tarcisio, rezó en la capilla San Miguel [que está en los terrenos del monasterio de la Santa Cruz. N de NP]. Estas misas fueron para mí motivo de alegría y de tristeza. Alegría por ver a Tarcísio subir al altar después de una larga preparación iniciada, en parte, aquí en nuestra parroquia, aquí en nuestro monasterio. Contento por el P. Tarcisio, que mereció su ordenación por los años de estudio realizado en el seminario Nuestra Señora Corredentora, en La Reja, en Argentina, seminario de la Fraternidad San Pío X.

Y ¿cuál es la tristeza? Es la de ver a los superiores del P. Tarcisio, es decir, los superiores de la Fraternidad San Pío X, tomar una dirección diferente a la indicada por Mons. Lefebvre en el combate de la fe. Como la acusación es grave, veamos, pues, cuál fue la orientación dada por Mons. Lefebvre y luego comparemos esta orientación con lo que hace la Fraternidad, arrastrando a los nuevos sacerdotes en esta misma nueva orientación.

¿Qué dijo, e incluso escribió, monseñor Lefebvre? "Es un deber estricto para todo sacerdote que quiera permanecer católico, el separarse de esta Iglesia conciliar mientras ella no regrese a la Tradición de la Iglesia y de la fe católica". Alguien puede preguntarse: "¿Pero qué Iglesia conciliar es esa? ¡Sólo existe una Iglesia, no hay dos Iglesias!". Es ahí donde comenzamos nuestras reflexiones.  

¿Y quiénes son los maestros que seguiremos en esas reflexiones? Son Mons. Lefebvre, Mons. Antonio de Castro Mayer, el P. Calmel, Gustavo Corção y toda la Tradición de la Iglesia y su Magisterio infalible, y también, entre los vivos, a Mons. Williamson y Mons. Faure.

La crisis actual obliga a profundizar las verdades reveladas, obliga a profundizar las palabras mismas por las cuales la Santa Iglesia expresa el dogma revelado. Lo que deseamos es conocer, amar y defender esta unión entre Jesucristo y la Iglesia, para discernir dónde está nuestro deber para con Dios, para con nosotros mismos y para el prójimo. ¿Dos Iglesias? En cierto sentido, sí. Dos Iglesias, y como decía San Agustín, dos ciudades.

Dos amores constituyeron dos ciudades. El amor de Dios llevado hasta el desprecio de sí mismo constituyó la ciudad de Dios. Y el amor de sí mismo llevado hasta el desprecio de Dios constituyó la ciudad del hombre.

Que la Iglesia conciliar sea la religión del hombre llevada hasta el desprecio de Dios es evidente. Todo el mundo puede constatarlo.

Paulo VI declaró la simpatía de la Iglesia (¿qué Iglesia?) por la religión del hombre que se hace Dios. Esto está en el discurso de la clausura del Concilio Vaticano II. Todos los que deseen pueden encontrarlo sin dificultades. Este escándalo sin precedentes fue comentado por Mons. Lefebvre y todos los grandes autores de la Tradición.

Pero eso no es todo. El desprecio por Dios se manifiesta primero en la liturgia. Comunión de pie y en la mano. Supresión de innumerables genuflexiones. Desprecio por la ley de Dios y sus mandamientos. No es necesario enumerar lo que todo el mundo ya está cansado de saber. ¿Pero qué significa esto?

Esto significa que estamos ante otra Iglesia con su nueva liturgia, su nueva moral, su nuevo Derecho Canónico, su nueva espiritualidad.

¿Esta nueva Iglesia es completamente otra? En su orientación, sí. Ella es totalmente otra. Ella está al servicio de la ciudad del hombre que lleva el falso amor de sí mismo hasta el desprecio de Dios.

Pero, ¿y el Papa? ¿Es Papa de qué Iglesia? Él, por extraño que sea, es el Papa de las dos Iglesias. Él es Papa de la Iglesia católica y él es el jefe de la Iglesia conciliar. Luego, ¿estas dos Iglesias están ligadas? Por el espíritu que las anima, no. Por la ocupación efectiva de los cargos que pertenecen a la Iglesia, sí. Ellas se entremezclan una en la otra.

Pero si así es, ¿por qué no asumir esa realidad y convivir con esa dificultad? Porque no conviene estar bajo la autoridad de aquellos que no profesan la integridad de la fe católica. No son los inferiores que hacen a los superiores, sino el contrario. Son los superiores los que influencian a los inferiores.

Si el Papa Francisco, si Benedicto XVI, si el Cardenal Burke, o cualquier otro miembro de la Iglesia conciliar viniera aquí para predicar, esto sería un desastre.

Incluso si los fieles ya impregnados de modernismo vinieran en multitud a nuestras misas, esto no sería bueno. Poco a poco el liberalismo de estos progresistas se comunicaría a nuestros fieles.

Pero ¿esto no es un espíritu de secta?

No, esto es espíritu de separación.

El católico es un hombre separado del mundo. Él está en el mundo, pero él no es del mundo. Ahora bien, si podemos estar con cualquiera en el autobús, en el mercado, en el dentista, no podemos estar con cualquiera a la hora de ofrecer a Dios el Santo Sacrificio de la Misa.

En la Iglesia primitiva, los catecúmenos debían salir de la iglesia antes del ofertorio, antes del canon, antes del sacrificio. Los que recibieron la orden menor de portero debían impedir la entrada de los indignos a la iglesia.

Hay, pues, un espíritu de separación respecto del mundo. El progresismo, el modernismo está abierto al mundo, al demonio ya la carne. La Tradición está cerrada al mundo, al demonio, a la carne y al modernismo. ¿Eso es espíritu de secta? No, esto es espíritu católico. Quien no entiende es tal vez por que ya comenzó a no ser católico.

"Pero rechazando estar unidos al Papa, ¿ustedes no están rechazando el canal por el que pasan todas las gracias que viene de Nuestro Señor?" El rechazar estar unidos a los papas conciliares, no estamos rechazando la unión con la jerarquía que Nuestro Señor instituyó. Sólo estamos diciendo: Anatema sea quien enseñe otro Evangelio, como nos enseñó a decir San Pablo.

"¿Pero entonces ustedes no quieren y no procuran una normalización de la situación con respecto a Roma?". Quien está en situación anormal no somos nosotros, sino la Roma modernista.

Cuando Roma vuelva a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica, serán ellos quienes vendrán a nosotros y no nosotros los que iremos a ellos.

"¿Eso no es orgullo?". No, eso es la verdad.

"Pero ¿la cuestión canónica no tiene que ser resuelta?". Cuando Roma vuelva a la Tradición del Magisterio de la Iglesia y de la fe católica, no habrá cuestión canónica. Nosotros pondremos nuestro episcopado en las manos del Santo Padre, como nos enseñó monseñor Lefebvre.

"¿Pero espera de brazos cruzados el final de la crisis?". Al contrario. La Resistencia reza, estudia, predica, bautiza, confirma, confiesa, administra la Extremaunción, realiza matrimonios y ordena sacerdotes y ofrece el Santo Sacrificio del altar y da la Santa Comunión. Aquí está la Iglesia. Iglesia perseguida por los modernistas que excomulgaron a Mons. Lefebvre y canonizaron a Juan Pablo II.

"Pero la Fraternidad, en el fondo, piensa como ustedes", quizá dirán algunos. Quiera Dios que sí, pero temo que esto sea una dulce ilusión.

Todos los hechos ocurridos desde los años 90 hasta hoy indican que hay dos corrientes en la Tradición: la corriente de los que quieren una aproximación diplomática con Roma y la corriente de los que no quieren acercarse a Roma, a no ser que Roma regrese a la Tradición del Magisterio Iglesia y de la fe católica.

La corriente diplomática, que podemos llamar liberal, es una corriente que minimiza la crisis actual. Quien preguntaba a Corção si él esperaba ver el final de la crisis, él respondía: "No. No tengo más esperanza de ver la Iglesia Triunfante." [O Iglesia del Cielo. N de NP]  ¿Corção era entonces un pesimista? No. Corção era un realista. Mons. Lefebvre tampoco esperaba un cambio rápido. Él decía: 'Prepárense para un combate de larga duración'. Pero entonces, ¿esta crisis durará aún cuánto tiempo? Sólo Dios sabe cuánto durará esta crisis. No se nos ha dado saber el futuro y eso no debe preocuparnos. Nuestro deber es actuar correctamente y dejar el resto en las manos de Dios.

Creo que actuamos correctamente con el P. Tarcisio. Creo que estamos actuando correctamente exponiendo las razones de nuestras vivas aprehensiones. El resto está en las manos de Dios. Si alguien se perturba con la idea de que nosotros no somos católicos o que nuestra posición es cismática, yo le diría: donde está Nuestro Señor y Nuestra Señora ahí está la Iglesia. Donde está Pascendi y Syllabus ahí está la Iglesia. Dónde está el deseo de someterse a Roma cuando ésta regrese a la Tradición del Magisterio y a la fe católica, ahí está la Iglesia. Donde está el amor de Dios hasta el desprecio de sí mismo, ahí está la ciudad de Dios.

A pesar de nuestra indignidad, esperamos obtener la gracia de allí vivir y allí morir. Que así sea.

                                                                                      Dom Tomás de Aquino O.S.B.